Translate

jueves, 18 de octubre de 2012

Homenaje a una poeta que hoy cumpliría cien años

Mirta Aguirre
Roberto A. San Martín
Miami, 18 de octubre de  2012



El primer homenaje para la grande y compleja mujer –no más, pero no menos compleja que otros seres humanos y tanto como lo somos la mayoría de los artistas- tenía que ser en la UNEAC porque entre las mujeres artistas de nuestro país ella se coloca en un nivel  especial ya en 1938, cuando  la Nobel de Literatura, Gabriela Mistral, elogia su poemario Presencia Interior  publicado ese año.

En la reseña que leí del acto con el cual la UNEAC le rindió homenaje por el centenario de su natalicio que se cumple hoy 18 de octubre, esperaba –al menos- una  cita de su obra poética quizá algunos versos de su

            
Poema de la verdad profunda

Tú no entiendes, amigo, tú no entiendes.
Deja que te lo explique, no en palabras
-que con palabras no se entiende a nadie-
sino a mi modo oscuro, que es el claro.
Así oscura y claramente
lo siento yo:
A mí no me perturba la Rosa de los Vientos.
Bello es el Sur, pero también el Norte
tiene belleza.
Para mi casa en noche está la luna
y con mi vida puedo henchir la tierra
cuando la tierra es árida…

O algo más cercano, pero  que la retrataba como el ser humano que era en toda su estatura, más allá  de la máscara de dureza y rectitud tras la que se escondía la artista que nunca pudo dejar de ser maestra, como aquel poema del libro Doña Iguana, que dedicó a las niñas, pero sobre todo a los niños. 

Cortesía

Limón, limonero,
las niñas primero.

Ceder la derecha,
quitarse el sombrero,
jugar a la dama
y a su caballero.

Limón, limonero,
las niñas primero.


Pero Jesús Dueñas Becerra, a quien evidentemente le tocó  como encargo escribir la reseña, comenzó diciendo que:
“La memoria de la poetisa, ensayista y profesora universitaria, Mirta Aguirre Carreras (La Habana, 1912-1980) fue objeto de un cálido homenaje en la sala Martínez Villena de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), con motivo del centenario de su natalicio.

 
José Antonio Portuondo, Nicolás Guillén y Mirta Aguirre, febrero de 1976.
Nicolás Hernández Guillén, presidente de la Fundación Nicolás Guillén, explicó al auditorio la razón fundamental por la que se le rendía tributo de recordación a tan distinguida personalidad de la cultura cubana: la indestructible amistad que la uniera al Poeta Nacional Nicolás Guillén (1902-1989), ya que fue ella la primera que le concedió ese título de dignidad.
No le rinden los artistas y escritores, en su sede, un homenaje a la significativa poeta Mirta Aguirre, ni siquiera a la excelente profesora de Artes y Letras que fue, sino a quien llamó a Nicolás Guillen, “Poeta Nacional” por primera vez.

Este homenaje, claro, no se le rindió a Mirta Aguirre en su centenario en la casa que dirigieron Nicolás Guillén, ni Abel Prieto.

Esta es la sede de la UNEAC de quien no ha olvidado su exclusión, ni la censura, ni el acoso al que le sometían los “perseguidores de la cultura” hace unos años.
  
Esta UNEAC la preside Miguel Barnet, quien parece opinar que en cuestiones que puedan ser consideradas "políticas" más vale pasarse en el sometimiento, que no llegar  a lo que quieren “los perseguidores de la cultura’’ y volver a ser el paria en que lo convirtieron aquellos a quienes ahora defiende con uñas y dientes.

Yo quiero recordar a una profesora que era capaz de discutir abiertamente mis ideas conmigo ya fuera en el aula, o en el patio, sin que esa discusión pasara de ser una confrontación entre un alumno de veintitantos años -y que por entonces creía “sabérselas todas”-  y una añeja profesora marxista con ideas que eran muchas y claras  hasta para sus opositores, pero que nunca tuvo miedo de ser la persona que fue. Ni le escurrió el bulto a una discusión ideológica, en la que alguna vez no quedó bien parada.


Mirta Aguirre  y Dulce María Loynaz acompañan a Gabriela Mistral, al centro.


Y para eso quiero traer uno de sus poemas escrito al final de su paso por la Tierra, por una mujer como cualquiera otra que ve como se le escapa la vida sin remedio, y que, por su sensibilidad  extraordinaria permitió que se publicara - en 1980, el año en que murió - y que no es una arenga de odio contra quienes se iban por esa época por el puerto de Mariel buscando la libertad en otro país, sino un:




               Soneto 

         Vida de la vida mía,
          ¿a quién contaré mis quejas,
          si a ti no?
              Marqués de Astorga

Muero de ti, de amor en desventura,
de mal pagado amor que en ti se obstina.
Muero de ver mi vida que declina
en desolado invierno y red oscura.

Muero de un mal que muerte me asegura:
de traspasado corazón y espina.
Y a ti, al morir, la muerte me encamina,
aunque sean tuyos dardo y amargura.

¿A quién acudiré, si a ti no acudo?
¿A quién irá mi amor por ti, desnudo,
a confesar la pena que me mata?

Del mal que hacia la muerte me arrebata,
de ese morir a solas, sin consuelo,
si no me duelo a ti, di, ¿a quién me duelo?

(Tomado de Ayer de hoy, pp. 272-273, UNEAC, La
Habana, 1980)

Este fue, quizá, el último soneto que escribió la doctora, y exquisita profesora y poeta que fue Mirta Aguirre y que hoy cumpliría cien años de vivir cada instante de su vida como mejor le hubiera parecido.

Saludos, gran señora, y me despido con un bello manojo de sus versos:

"Ola de arena y cal y espuma de ola,
siendo, sin ser, mejor aún que si fuera,
viviendo en humus y en dispersa nada,
en aire y luz y plata y amapola,
de clorofila y mineral viajera,
renuevo intacto, vida libertada".

__________
P.D. Esto es lo que yo pienso desde mi corazón y desde él digo de antemano que respeto igualmente a quien piense distinto. Porque los seres humanos somos, sobre todo, únicos,  y una suma de todos los momentos ya vividos, de cómo nos recuerdan los demás y –por  eso- ya no somos ninguno de todos los que fuimos, aunque seguimos siéndolo… como si el tiempo se hubiera detenido en cualquier instante de un único momento que no es éste que acaba de pasar por nuestra vida y que ya no podremos retomar.






No hay comentarios:

Publicar un comentario